viernes, 19 de diciembre de 2008

La murga, vedette del carnaval porteño

Surgida a comienzos del siglo pasado, la murga porteña pisó fuerte en la cultura argentina. De la mano del bombo con platillo y con su propuesta satírica y contestataria cautivó a sectores diversos de todas las latitudes de nuestro país.

Por Federico Sager


En el carnaval porteño dialogan elementos de distintas tradiciones y procedencias. Es central el aporte negro a esta festividad pagana, por parte de los esclavos quienes, desde el 1600, aprovechaban la ocasión para liberarse simbólicamente al ritmo de las lonjas, dando origen al candombe, un ritmo bien rioplatense. En la época de Rosas eran inmensas las comparsas o cuerdas de tambores que desfilaban a paso lento por la Plaza de Mayo y sus alrededores, y cuentan también que el mismo Rosas era un asiduo concurrente a este espectáculo. Muchas son las anécdotas sobre los comienzos del carnaval en las orillas del Río de La Plata, así como sobre las diversas prohibiciones impuestas por sucesivos gobiernos a los que la corrosiva fiesta se les iba de las manos, pero no vamos a detenernos en los orígenes sino en su desarrollo y en las características que se presentan en la actualidad.


El carnaval "moderno" irrumpe en la Capital Federal y sus alrededores a principios del siglo pasado, con las tradiciones aportadas por los inmigrantes. Traen del viejo mundo los bailes de disfraces, recreando personajes típicos como Pierrot, Colombina, Arlequín, el mono, el bebé, el diablo y el Oso Carolina, y otros nuevos como el Juan Moreira, basado en el personaje del escritor argentino Eduardo Gutierrez, y el payaso Cocoliche, popularizado por el circo criollo de los hermanos Podestá. También aparece el disfraz del negro como sátira y ridiculización. En los bailes callejeros y de salón dan rienda suelta a sus fantasías mediante el uso de disfraces de signo opuesto al de sus personalidades cotidianas.


Después de 1915, el mestizaje cultural de inmigrantes y criollos da origen a un nuevo movimiento expresivo: la murga. Aunque sería equivocado reducir el carnaval porteño a su hija pródiga, es ella la que aportó el elemento distintivo. Las primeras murgas provienen de Cádiz, pero se emparentan más a nuestras vecinas uruguayas que a lo que se generó de este lado del río. Al coro satírico importado de España se le añadió el baile y un ritmo de 2x4, lo que la asemeja rítmicamente al tango e incluso a las marchas militares. En 1940 se le sumó el bombo con platillo, que hasta el día de hoy le da su estilo característico.


Como dice Martín Cagliani, "las murgas apelan de modo desafiante al grotesco. Las comparsas en cambio tenían influencias europeas y eran bandas de músicos con alto dominio técnico y muchos coros e instrumentos. Las murgas también son el resultado de la mezcla de tradiciones que se dio con la gran inmigración. Antes las agrupaciones carnavalescas se fundaron en fuertes lazos étnicos, de clase y amistad. Con el tiempo se fueron organizando a partir del encuentro e intercambio vecinal de los barrios.


Las murgas representaban a estos centros sociales, y fueron relegando a las grandes comparsas. No tenían ni tenores ni bandas sinfónicas, pero eran y son muy divertidas."(1)


Las murgas "se identificaron mediante el estandarte que abría el desfile con el nombre y año de la fundación del grupo y el año en curso; por la vestimenta uniformada realizada con telas y colores brillantes, y por el desarrollo del desfile en tres momentos: entrada, argumento y retirada. La despedida se componía de una melodía nostálgica y triste por la finalización del carnaval. Estas canciones eran compuestas por autores de la época, famosos por sus composiciones populares."(2)


La era dorada de las murgas se vivió entre las décadas del 30 y 50, con grupos como Los Eléctricos de Villa Devoto; Los Averiados de Palermo, Los Criticones de Villa Urquiza, Los Pegotes de Florida y Los Curdelas de Saavedra, todas ellas, como el paródico nombre lo indica, murgas de barrio. Otras denominaciones aluden a los lugares de procedencia de sus integrantes: Stella di Roma, Amanti a Castagna, Salamanca, Lago de Cómo, Orfeón Gallego.


En los 60 y 70 muchas murgas adquirieron un fuerte sentido de protesta y denuncia política, y se sumaron a participar mujeres y chicos. Fueron años de decadencia del fenómeno murguero, seguramente producto de desplazamientos hacia otras prácticas políticas y culturales. La prohibición de los feriados por parte de Videla, Bardi y Harguindeguy fue una medida efectiva para acallar a este movimiento cultural cada vez más contestatario, pero con la vuelta democrática resurgieron con fuerza las murgas en los barrios porteños y en los noventa comenzaron a expandirse a otras latitudes de argentina y del mundo.


El carnaval porteño en la actualidad


Relata Coco Romero, que los primeros corsos del siglo XX se organizaban con fines benéficos. "El público tenía ocasión de elegir a la reina del carnaval, y admirar el desfile de disfraces y carruajes tirados por caballos adornados con cuidadoso esmero. Vecinos y amigos concurrían con sus sillas a cuestas y se ubicaban a lo largo de las veredas para presenciar el desfile de disfraces. Éstos representaron a diferentes personajes típicos del entorno y los mejores calificados eran premiados por una junta vecinal o “comisión”, generalmente ubicada sobre un palco oficial, que se ocupaba además de la fiscalización y el mantenimiento del orden".


Algo así sucedió luego del retorno de la democracia. Las renacientes murgas porteñas, en colaboración con el Gobierno de esa ciudad, organizaron un circuito de corsos "oficial", de carácter público y gratuito pero gestionado por las autoridades y con subsidios para las murgas ganadoras de los concursos. Para eso se creó la asociación M.U.R.G.A.S. que nuclea a las agrupaciones que integran dicho circuito. Uno de los logros de la asociación fue que se declarase a la murga patrimonio cultural de la Capital Federal y se decretase el feriado administrativo los días de carnaval.


Algunas murgas disconformes con ese espacio, al que acusaban de haber transado con los poderes de turno y haber dejado de lado el carácter de movimiento contestatario para convertirse en un espectáculo, conformaron un movimiento de murgas independientes, integrado también por murgas del conurbano a las que se impedía participar del circuito porteño.


Ambas organizaciones hacen marchas para exigir la vuelta de los feriados, pero las diferencian los objetivos. Unas quieren que el carnaval sea una fiesta popular independiente y autogestionada, y otras piden que el Estado intervenga y garantice los festejos.


Murgas en toda la Argentina


El influjo que ejercieron las murgas en los últimos veinte años, ayudadas por bandas de rock como Los Auténticos Decadentes, Bersuit y Los Piojos, así como por alguna que otra aparición televisiva y por la difusión a través de internet, hizo que se multiplicaran por todo el país. En Córdoba son más de diez, en Rosario otras tantas, las hay en Mendoza, en Jujuy y en Comodoro Rivadavia.


Las murgas de La Plata, Berisso y Ensenada ofician de anfitrionas en la ya tradicional Marcha Carnavalera que se realiza hace once años el primer fin de semana de diciembre para exigir la restitución de los feriados y corsos libres, gratuitos y populares. Casi un centenar de murgas se acercan a la ciudad de las diagonales ante la mirada risueña de los vecinos y no tan vecinos que concurren a la colorida jornada.


En tanto las murgas cordobesas que integran el espacio de coordinación Revuelta Murguera realizan hace siete años, para la misma fecha de la marcha en La Plata, un encuentro regional de murgas. El encuentro se lleva adelante en distintos barrios populares de la periferia de ciudad de córdoba, e incluye talleres, espacios de reflexión, muestras y desfiles.


Otro de los momentos más esperados por murgas de todo el país es el encuentro del Movimiento Nacional de Murgas, que año a año se hace en Suardi, un pueblo del noroeste santafesino, de 7500 habitantes. El evento, organizado por la murga local Sincaretas y con la ayuda murgas de otros lugares, coincide habitualmente con el fin de semana largo del 12 de octubre y congrega a más de mil murgueros. Allí se hacen las asambleas de este movimiento nacional murguero, en las que las murgas cuentan los problemas que tienen a su interior o en su relación con los barrios, e incluso casos de represión o de incautación de instrumentos. También se comparten experiencias gratificantes sobre la organización de corsos independientes y se hace un balance sobre la lucha por la recuperación de los feriados provinciales y nacionales.


En Mendoza, por ejemplo, las murgas obtuvieron un feriado de carnaval provincial. Pero no todo son alegrías para los cuyanos, porque hace nueve años, el 18 de diciembre de 1999, fueron atropellados tres murgueros en un corso y perdieron su vida. A raíz del trágico episodio se conmemora el Día del Murguero, que fue tomado como propio por el Movimiento Nacional de Murgas en el año 2006 para exigir justicia por Pablo, Gamuza y Cofia, para que su asesino -quien tiene apoyo político- vaya preso y se termine la impunidad.


Notas

(1) Historia del Carnaval Bonaerense, Artículo publicado en la revista Circulo de la Historia, Nº 47, febrero 2000.

(2) Victor Risso Oliva; Material sobre elementos históricos del carnaval y la murga (Comp).


Imágenes:

Carnaval Porteño, una historia en historieta. Guión: Coco Romero/Ilustraciones: Enrique Breccia

www.cocoromero.com.ar/historieta.htm

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